Daniela Luksic

El presente trabajo fotográfico nace a partir de la inquietud por retratar a quienes conforman el imaginario campesino y su manera de vivir. La metodología consistió en tomar a algunos habitantes de Catemu, pueblo de la zona central de Chile, para crear una historia que diera cuenta de situaciones reales.
La ficción que estoy presentando merece ser aclarada, sobre todo si tomamos en cuenta los aspectos a tratar: la periferia, el campo, los otros, el mirar exótico versus el mirar desde adentro. Esta ficción, que se tradujo en una historia de tres personajes, no debería confundirse con las historias de ficción ambientadas en el campo que se nos muestran normalmente en noticiarios, reality shows, programas de entretención y recreaciones picarescas. Esta historia está completamente alejada de las frivolidades y estereotipos sin sentido con que se ha mostrado la vida en el campo.

Es preciso señalar que las circunstancias de la vida me han llevado a tener un pie en la periferia y el otro en el centro, por lo tanto mi intención es retratar situaciones comunes desde adentro en la medida de lo posible, alejada de una perspectiva exótica. Esta historia es producto de mi proceso personal, de mi vida transcurrida tanto en el campo como en la ciudad. Las historias que en estos lugares se aprenden y se escuchan no tienen comienzos fastuosos ni desenlaces claros. Son las mismas vidas de las personas que a veces se ven inmersas en historias que son más grandes que las mismas vidas que ellos llevan. Al darme cuenta de esta oportunidad que tenía, también me impuse no tratar de teñir la historia con tintes de una moralidad citadina que muy poco tiene que hacer en estos lugares. Acá las cosas no necesariamente se tienen que resolver, pensando desde de la estructura del guión. Mi cercanía a este lugar a y estas personas me enseñó que la magia con que los habitantes se relacionan con su entorno también se refleja en la manera en que ellos viven sus vidas. Acá no hay finales felices ni moralejas. Tampoco existen huasos caricaturizados, no se muestra el rodeo ni las fiestas que conmemoran la independencia. Acá están las historias de don Ramón Villacura, la señora Elena Chapa y Narciso, y eso, me repetía, tiene que ser suficiente.

La manera de vivir que pretendo mostrar se muestra totalmente opuesta al ritmo de vida que impone el progreso con su idea de productividad, por eso el otro es considerado obsoleto, primitivo y atrasado en el tiempo. Si se sigue mirando bajo el lente de una modernidad que no se gestó acá, nuestras distancias crecerán y nuestras diferencias harán que nunca nos reconozcamos en una identidad propia. Ante el desconocimiento de nuestras raíces me resulta necesario retratar este imaginario, pues nuestra identidad se ha forjado en ese espacio de manera lenta a través de las imágenes, símbolos y recursos expresivos que surgen de la manera de sentir, comprender y habitar el mundo. Nuestras raíces corresponden a un imaginario que se mueve entre la vergüenza y la negación y la interpretación de esta realidad se ha hecho en base a esquemas ajenos que pertenecen a imaginarios prestados. La estética implantada por la hegemonía europea se mantiene como el modelo a seguir por el grupo dominante de las sociedades, el ideal al cual aspirar y, por lo mismo, los habitantes se han dividido entre quienes tienen un sistema de convicciones que aboga por el progreso y desarrollo de la mano de la modernidad y la razón y quienes pertenecen a un ethos tradicional, con su característica manera de ver el mundo, de vivir y expresarse y, que por lo tanto, se han ganado la etiqueta de “otros”.   Los “otros” que habitan la ruralidad tienen una manera de vivir y ver el mundo muy alejada de las ideas científicas de progreso y de la razón, su aprendizaje se arraiga en la sabiduría popular, la tradición oral, los sentimientos y la intuición. Se valora el conocimiento adquirido por la experiencia y la vivencia, no por la ciencia, por lo tanto la realidad temporal fluye de manera más pausada, pues la experiencia no puede ser forzada ni sometida a plazos.

En lo que respecta al presente trabajo, mi proceso consistió en pasar días completos con los campesinos, compartir con su familia y vivir a su ritmo, lo cual fue necesario para ser realmente absorbida por la situación y explorar desde el interior hacia afuera. La finalidad del presente trabajo consiste en capturar la esencia del campesino a través de una historia, alejarse del mero registro y avanzar en el camino de sumergirse en la realidad para lograr lo que sostenía Miguel Alvarez Bravo: “Lo importante en un fotógrafo es su obra, su sinceridad, su capacidad de trascender el plano documental para alcanzar la plenitud humana”

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