Pablo Ortiz Monasterio; “Estoy en un proceso de perfección, precisión, de definir el objeto antiguo del fotolibro”

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Desde México y con más de 40 años de trayectoria, Pablo Ortiz Monasterio, se ha destacado como uno de los artistas contemporáneos más importantes a nivel internacional. En sus trabajos somos testigos de la cruda realidad de su ciudad natal, en la que testifica la miseria y pobreza urbana del país. Desde 1978 a la fecha ha dirigido tres proyectos editoriales: la revista Luna Córnea, Río de Luz y México Indígena, fundó también el Centro de Imagen de México, entre otros proyectos. Ha publicado once libros con sus fotografías,  su trabajo ha sido premiado en la Bienal de Fotografía en México y el Ojo de Oro en Francia por su libro La última ciudad.

Este año, Pablo Ortiz Monasterio ha sido una de las figuras destacadas del Festival, en esta ocasión el artista nos cuenta algo sobre su  “Taller de edición de Fotolibro”.

¿Cuál ha sido su primera impresión de los fotógrafos del “Taller de edición de fotolibro”?

Mi primera impresión es tierra fértil. Una situación coyuntural especifica de Chile en que existe mucho interés por los libros, una especie de entusiasmo general. En los últimos años se han publicado muchos libritos, muy buenos, muy interesantes. Una conciencia que se inserta en un mundo global de fotolibro, con  mucho interés.  Entonces yo llego aquí, con el dicho aquel “más sabe el diablo por viejo que por diablo”. Yo llevo muchos años haciendo esto, me ha obsesionado por décadas y he tenido el privilegio de hacer muchos libros, es algo que me apasiona, me fascina y sigo pensando que en cualquier momento voy a lograr entender realmente como se hace un libro genial. 

Ahora su trabajo se encuentra dedicado al fotolibro ¿qué me puede contar de eso?

Estoy en un proceso de perfección, precisión, de definir el objeto antiguo del fotolibro, esta es una plataforma antigua. Se inventó hace milenios y me gusta contar el cuento de los abuelitos, tatarabuelos de estos libros que hacemos nosotros, que viene de las lápidas mayas donde se escribió de una manera permanente un discurso. Era una plataforma que podía dejar eso, se quedaba ahí toda la eternidad, el tipo que lo hacía moría pero lo escrito queda para siempre. Y luego en esa historia  los egipcios desarrollan el papiro, una especie de papel natural que es una plataforma mucho más ligera que permite el movimiento de la información. Luego en el siglo X China inventa el papel ya industrial, las hojas de papel se  doblan y forman estos volúmenes, dando origen propiamente al libro. Y luego la imprenta en el renacimiento europeo masifica la multi-reproducción.

¿Y en qué momento aparece la fotografía?

En el siglo XIX aparece la fotografía,  ya desde un lenguaje visual que se monta en esta plataforma que es antigua, rígida,  para hacer el lenguaje escrito. Se desarrolla también el cine, el cómic, la fotonovela, los lenguajes visuales, es así como la fotografía cobra madurez. Entonces en el siglo XX aquello explota y la plataforma del  libro se convierte en un vehículo estupendo para la fotografía. Para utilizarla como un lenguaje, en el que tú puedas decir y transmitir cosas  con la fotografía. Esto me ha fascinado y me encuentro aquí  junto a gente muy hábil, gente con carreras largas,  pero que a la vez están  por la condición de cómo  es Chile, lejos hasta el sur, entre el mar y la cordillera, todo esto tiene esta cosa insular, hay tanta información que no ha llegado, entonces todos están muy habidos en la información de otros lados.

¿Cómo ha sido la experiencia que vivió en el taller de  “Un día con Nicolás Wormul”?

La experiencia  con Nicolás Wormul, en primer lugar es una persona muy interesante. Yo ahí fui de alumno, estaba callado, escuchaba lo que me tenía que decir, plantear y eso primero es siempre útil. Personalmente ubicarte de no creértela como maestro, a pesar de tener muchos años de experiencia, sino entender que siempre se puede seguir aprendiendo. Nicolás es una persona estupenda y esta niña argentina Cecilia Reynoso es una monada. Todos lo pasamos muy bien, caminamos, vagando y conversando por las calles de Valparaíso. De otra manera yo no me hubiese enterado de la vida de Nicolás, él nos enseñó su libro y nos contó por qué su libro es así. En su libro está su mamá, su abuelo, abuela, su abuelo que falleció, son fotos súper fuertes, muy íntimas, me pareció valiente y muy bueno. Con una crudeza que yo me quedé impactado. Igual que Cecilia, ella no la conocía y sus fotografías, donde denota un carácter muy argentino, la manera de acercarse muy argentino. La verdad,  me intereso mucho ver sus vidas, sus historias, sobre todo fue conocerlos a ellos, fue muy valioso e interesante.

Por Rocío Olmos de Aguilera

Foto: Wilo Gajardo